26/4/12

Vivo en el pasado

Sé que ahora no eres una persona guay ni al día si no tienes un impronunciable tumblr y dejaste de usar la palabra guay a los quince años, pero lo siento, no soy de esas. Pese a lavarle un poco la cara al blog en un intento de retomar el hábito de escritura, no voy a abandonar este espacio que me ha acompañado durante tantos años. Igual debería hacerlo, la mayoría de los bloggers que conozco ha cambiado de blog más de una vez, según sus etapas en la vida. Yo, personalmente, creo que abandonar algo para empezarlo en otro lugar no cambia nada. Y no hablo solo de blogs.

En según que aspectos de mi vida, sigo anclada al pasado. Pese a tratar de vivir en el presente y moverme hacia el futuro, cada año que pasa me voy quedando más y más atrapada en el pasado. Es como si cada año que pasara se llevara consigo una pequeñita porción de mí. Y cuantas menos porciones, menos energía tengo para enfrentarme a todo. Los días se escurren entre mis dedos a toda velocidad. Pese a que mi cerebro me diga "Junta los dedos y atesora cada minuto antes de que se escape"; cuando miro, mis manos siguen abiertas, dejando escapar oportunidades y sueños como si nada importase.

No sé si hay alguna manera de levantarse por las mañanas sin el peso de todos los recuerdos y vivencias pasadas sobre las espaldas, pero ahora mismo es lo que necesito. Sería TAN genial levantarse cada día como si fuera el primero... O incluso mejor, conservar las victorias pero no acumular en nuestra mente los temores, frustraciones, fracasos, desperdicios que nos limitan día a día. Tener energía para hacer cualquier cosa, cualquiera, sin sentir que no va a servir para nada porque las 47 veces anteriores que lo intentaste fallaste. Sin pensar que eres un fracaso como persona. Sin ver como cada día la distancia entre quien eres y quien querrías ser es más y más grande.

El pasado está en nuestra mente de forma constante y terrible, condicionando todas nuestras ideas, decisiones y acciones. Yo no entendía porqué los adultos se convertían en personas grises y sin ilusión... Ahora lo entiendo, me he convertido en una de ellas. Trato de convencerme de que de alguna forma lo puedo cambiar, pero cada vez me quedan menos ganas de seguir intentándolo, cada vez me dedico más a sobrevivir que a vivir.

Hay una persona importante en mi vida que me pide que arregle cosas que hice mal en el pasado. Y pese a mi convicción de que abandonar lugares y cosas sin cambiar uno mismo no sirve prácticamente de nada, no paro de decirle que se olvide de todo, como si fuera posible desprenderse de esa pesada mochila que es el pasado. Se lo digo porque yo misma no puedo lidiar con aquella mierda, no me atrevo, me veo incapaz. Así que tanto por mí como por esta persona, voy a intentar renacer, voy a intentar cambiar quien soy y como soy. Mi nueva meta a partir de ahora es muy simple: hacer las cosas como si no las hubiese hecho nunca. Mirarme al espejo sin pensar en nada, sólo en lo que voy a hacer ese día, y decirme "It's winning time, you magnificent son of a bitch!"

Va a ser muy difícil sacudir la cabeza lo bastante fuerte para que los pensamientos negativos y paralizantes salgan despedidos. Va a ser aún más difícil apagar al estúpido de mi cerebro el tiempo suficiente para que me pueda poner en acción. Va a ser prácticamente imposible hacerlo cuando el despertador infernal me intente sacar de mi amada cama. Pero vale la pena intentarlo.

13/3/12

Spaghetti con salsa roquefort

Antes de que que se pierda mi autoría sobre esta receta, la publico aquí. Así cuando probéis una versión emponzoñada por el boca en boca, o con cosas raras con nitrógeno líquido de cuando me la robe Ferran Adrià, al menos podréis acudir aquí en busca de la receta original.

Se me ocurrió en base a una receta que comí en casa de mi amigo Gonzo un día, pero la suya era sin cebolla y en vez de hacer la salsa con queso la hizo con tomate (¡riquérrima también, y mucho menos de gordos!).

Ingredientes (para 4 personas):

  • Dos cebollas.
  • Dos calabacines
  • Cuatro zanahorias grandecillas
  • 100 g de queso roquefort o queso azul de algún tipo (la típica cuña que venden en el supermercado)
  • 400 ml de nata para cocinar (o, lo que uso yo para no tentar la suerte con el colesterol: el sucedaneo de nata a base de grasas vegetales que venden en el Mercadona)
  • 400 g de spaghettis
  • Un poco de aceite de oliva
  • Sal

Instrucciones:

Cortamos la cebolla en daditos pequeños. Pelamos las zanahorias y el calabacín y los rallamos con el rallador (el normal, no el pequeño, ni el de láminas ni nada raro). Lo sofreímos todo en una sartén con algo de aceite y sal. Ir removiendo y esperar a que las verduras se doren un poco y pierdan bastante agua (si queda caldito en la sartén, subid el fuego hasta que se evapore ese agua).

Mientras, poner a hervir agua con sal y los spaghettis en una olla.

Cuando la verdura esté lista, agregar el queso a la sartén e ir removiendo hasta que se funda. Después, agregar la nata líquida y seguir removiendo hasta que la salsa quede de un color uniforme.

Una vez estén listos y escurridos los spaghettis, servirlos en un plato con abundante salsa por encima. Y a disfrutar.

PD: Cuando haga la receta haré fotos y las subiré, así que dejo esta entrada pendiente de editar.